Este vino se viene haciendo a cuatro manos, por el enólogo jefe de Ventisquero, Felipe Tosso, y el asesor australiano John Duval, con mitad carménère y mitad syrah de viñedos en altura en el Valle de Apalta. Criado por 14 meses en madera, es un tinto jugoso, con foco en la tensión de los taninos y en la acidez, que aquí habla de este vino en medio de las montañas. Hay hierbas, frutas negras y esa acidez que se convierte en una especie de columna vertebral. Un tinto para dejarlo en la cava por, al menos, unos cinco años.
Desde la edición de su línea Tara, con vinos del extremo norte de Chile, Ventisquero ha venido adoptando un estilo de vinos más innovador. Un hecho destacable para una bodega grande y de vocación comercial. Produce anualmente 3.6 millones de botellas, provenientes de unas 1.000 hectáreas propias, incluyendo viñedos en valles como el nortino Huasco, el costero Leyda o los tradicionales Colchagua y Maipo. En la parte costera de Maipo está su sede, en el campo Trinidad, donde comenzó su historia en el año 2001.