Lleno de sabores a frutas confitadas, duraznos en almíbar, miel, lo que se les ocurra. Este vino es una fiesta de sabores jugosos, notas a frutos secos, flotando en una boca cremosa, intensa en acidez y también en dulzor. El equilibrio se logra, mientras el vino sigue expandiéndose por el paladar, mostrando cuán largo y ancho es. La historia cuenta que el Conde Marone Cinzano manejaba su auto por los viñedos de secano de Caliboro mientras su antiguo asesor, Maurizio Castelli, dormitaba en el asiento del copiloto. Pero de pronto, cuando pasaban junto a una viña vieja, semiabandonada, Castelli despertó de su somnolencia. Y la razón fueron esas viejas parras de torontel con las que comenzaron a elaborar un vino de cosecha tardía, al estilo del vin santo italiano, colgando los racimos en los corredores de la vieja casona de La Reserva de Caliboro, en el Maule, para que ganaran en azúcar.
De color amarillo oro antiguo brillante y cálido. Nariz con aromas cítricos, pomelo y pera jugosas con una suave nota a damasco maduro. En Boca, es un vino elegante con recuerdos a piel de naranja confitada, revestida de un popurrí de pétalos de rosas.
El acompañante ideal para quesos azules, foie gras, o postre a base de chocolate.
